viernes, 18 de junio de 2010

No soy trofeo de nadie

No es historia nueva que mi papá jamás aprueba lo que a mí me gusta. El violín era una pérdida de tiempo; y mis estudios en la universidad, una carrera mediocre de cuatro horas al día. Mejor hubiera estudiado Relaciones Internacionales, según él. Pero a mí nunca me interesó.
El violín que era una pérdida de tiempo cada vez que me llevaba a un ensayo era después tema de conversación con la familia, porque como tocaba en la Sinfónica Juvenil...wow!
Mi carrera mediocre dejó de serlo cuando me llamaron para ser instructora. Ya era también tema de conversación en sus llamadas de larga distancia con la familia. Y entonces, hasta las notas quería que le imprimiera para andarlas en la agenda y que se le cayeran por accidente enfrente de los compañeros de la oficina o de sus hermanas. Nunca se las di. No soy trofeo de nadie.
Y hace mucho dejó de importarme si tengo su admiración/aprobación en lo que hago. Eso no significa tampoco que de vez en cuando quiera desperdiciar mi tiempo al llevarle la contraria en lo que piensa sobre mi vida.
Y es que ahora resuuuulta que no solo por haber estudiado me merezco un buen trabajo con un sueldo digno. No. Primero debo llegar a las empresas a limpiar pisos e ir ascendiendo poco a poco. De todas formas que solo estudié cinco años y medio para la licenciatura.
No me extraña, pero tampoco me lo esperaba..¿cómo explicarlo? Los papás siempre ven a sus hijos mejores de lo que son. Pero el mío no. Como solo he estudiado, no me merezco que una empresa me pague más de $300 al mes. ¡Qué esperanza! Al menos no lo tengo de referencia personal en mi currículum.

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